Recursos educativos digitales: planteamiento desde el imaginario de un prototipo de fábrica

Recursos educativos digitales: planteamiento desde el imaginario de un prototipo de fábrica

Ilustración por Guache.


¿Cómo concebimos la proyección y realización de recursos educativos tecnológicos? ¿Realmente tenemos en cuenta a la comunidad en general? ¿Estamos sesgados por la idiosincrasia de la sociedad moderna?

Existe actualmente un sesgo enorme frente a los procesos de apropiación de tecnologías por parte de comunidades diversas de Colombia, particularmente las comunidades indígenas. ¿Cómo se relacionan las comunidades indígenas con la tecnología y con la tecnología educativa? En cuanto a estas comunidades en específico, buena parte de los individuos y organizaciones plenamente identificados con un proceso moderno de pensamiento y de organización cultural occidental desconocen los intereses de las comunidades indígenas en torno a la educación digital o a la producción de recursos educativos en esta modalidad. Dicho sesgo ha crecido con el pasar del tiempo y erradamente se concibe, desde las ciudades — que desconocen la cultura y los procesos educativos de otras comunidades — que la tecnología no debe “invadir” los procesos culturales que se cultivan desde la ancestralidad o las visiones culturales de comunidades indígenas.

No se trata de un debate que se pueda despachar de manera ágil, y en especial es difícil hacerlo cuando las comunidades modernas-occidentales de nuestro país tienen el control de los medios de producción y de comunicación, y las comunidades por fuera del espectro no tienen la posibilidad de tomar un rol importante. Para un artículo de la revista Semana, la cuestión es entre degradación cultural y avance tecnológico.

Por otro lado, y desde el otro lado, las sociedades que se identifican de manera relativamente plena con el proyecto moderno occidental están rodeadas y permeadas de manera permanente por contenidos digitales variados, herramientas educativas y didácticas que ofrecen alternativas de consulta y de aprendizaje. La revolución digital ha permitido, desde distintos contextos, la apropiación de tecnologías no solo desde el aula, sino desde cualquier espacio educativo. De esta manera, sería absurdo decir que la tecnología es irreconciliable con los procesos culturales y educativos de las comunidades indígenas. Toda comunidad puede estar en contacto con recursos tecnológicos diversos y adecuarlos con su ideología.

Existen algunos proyectos e iniciativas promovidas por el Ministerio de Educación que responden a dinámicas cultures diversas, como las capsulas educativas, parte del proyecto Computadores para educar, pero que quizás son insuficientes a la hora de ser usadas por comunidades indígenas u otras comunidades minoritarias. El sesgo mismo, entonces, existe desde las instituciones oficiales. Como sociedad diversa, es necesario explorar recursos tecnológicos diseñados de manera que se logren dar dinámicas educativas que reconcilien los contenidos generales (matemáticas, literatura, geografía) con conocimientos culturales fundamentales para las comunidades indígenas (idioma, prácticas agrícolas, cosmogonía), y con la tecnología .

Adicionalmente, nos encontramos con un panorama desfavorable cuando las limitaciones geográficas impiden que gran parte de la población, sea parte o no de una comunidad indígena, no pueda tener acceso a una red propicia que permita siquiera realizar la descarga de los recursos educativos digitales alojados en la web. La primera brecha a la que nos tenemos que enfrentar es a la brecha tecnológica entre regiones y comunidades.

Entonces, ¿qué sentido tiene promover recursos digitales cuando un gran porcentaje de la población no puede acceder a ellos? ¿Estamos preparados para un salto de la presencialidad a la virtualidad en cuanto a educación? Hay dos opciones: detenernos en el proceso de innovación en cuanto a contenidos educativos — opción que parece cada vez más irreal en un mundo digital y globalizado — , o repensar las relaciones tecnológicas entre distintas comunidades culturales. Esta última opción parecer ser la adecuada. En ese sentido, debemos entender que la construcción de contenidos digitales para comunidades indígenas debe ser llevada a cabo, precisamente por las comunidades indígenas, y no por instituciones centralistas que no pueden dar cuenta de las necesidades de estas comunidades, así lo quieran.

Es cierto: Colombia debe estar a la vanguardia en cuanto a la implementación de modalidades educativas, metodologías y exploración de recursos educativos que pueden significar mejoras en la calidad y en la cobertura. Sin embargo, parte de los investigadores y organizaciones dedicadas a la implementación de estos recursos omiten las necesidades que tienen las comunidades actuales específicas; es necesario empezar (porque al parecer no se ha hecho) a analizar esas necesidades para promover la implementación de dichos recursos.

Por supuesto, no solo es importante decir que existe discriminación — también educativa — frente a comunidades fuera del espectro oficial: indígenas, comunidades negras, LGBTI. Es importante también determinar cómo se da esa discriminación. En el caso educativo, parece probable que la discriminación tome su forma a partir de la ausencia de investigación en cuanto a las necesidades que se tienen que suplir para al desarrollo e implementación de recursos digitales. Parece inconcebible que se produzcan contenidos digitales de manera acelerada, sin tener en cuenta que el público objetivo de estos recursos no sean nativas digitales o presenten un alto índice de analfabetismo tecnológico.

¿Estamos estructurando de manera correcta el proceso de expansión y apropiación de contenidos y tecnologías educativas, tal y como lo dictan las entidades que regulan y promueven las TIC en Colombia? La invitación, finalmente, es a empezar a reflexionar sobre el tema de la discriminación, también a nivel educativo y tecnológico, y a concebir estrategias y proyectos con características que permitan a las comunidades diversas participar de la emancipación de recursos digitales y además, construyan contenidos educativos digitales desde la oralidad, la cultura y sus intereses. Es necesario empezar proyectos que incluyan este cambio y que nos empape además, de la multiculturalidad con la que cuenta un país como Colombia.